Dios como Padre, Dios como Hijo: El Espíritu Santo

Espíritu Santo
Espíritu Santo. Foto por Gerd Altmann en Pixabay.

Dios como Padre, Dios como Hijo: El Espíritu Santo es Dios en nosotros. Esto es algo con lo que mucha gente está familiarizada. Cuando se trata del Espíritu Santo, las cosas parecen un poco diferentes. ¿Quién es exactamente la tercera persona de la Trinidad?

El cristiano considera a Dios como un Padre amoroso y creador todopoderoso. Su Hijo, Jesucristo, también es vital para la fe cristiana. Sin embargo, hay otra persona ausente, según el Credo de los Apóstoles: Dios-Espíritu Santo. El cristiano suele creer en la Trinidad, que es un Dios que se manifiesta al hombre en tres formas. Para la mayoría de las personas, la importancia del Padre y del Hijo es evidente. Para otros cristianos, sin embargo, el papel del Espíritu Santo es igualmente poco claro.

Sin duda, se aborda con frecuencia a partir de los servicios infantiles. Sin embargo, no aporta mucho más que la noción de que existe. La existencia del Espíritu Santo se ha establecido desde el principio. Sin el Espíritu, no sólo el Dios trino estaría incompleto, sino que su plan de salvación también lo estaría. El Espíritu Santo es más importante para nosotros hoy que nunca. Este artículo trata sobre el propio Espíritu Santo antes de profundizar en esta afirmación.

¿Qué es el Espíritu Santo y quién es?

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Espíritu Santo. Foto por Gerd Altmann en Pixabay.

Cuando se conoce a alguien, ya sea consciente o inconscientemente, la impresión externa es lo que más importa al principio. Sin embargo, cuando se trata del Espíritu Santo, hay ciertos desafíos. Después de todo, un «espíritu» no se puede ver. No obstante, la Biblia contiene versículos que describen al Espíritu Santo de forma visible. En el bautismo de Jesús, por ejemplo, el Espíritu aparece «como una paloma», según Mateo (Mateo 3:16).

En consecuencia, el Espíritu Santo se describe en la Biblia como una presencia visible e invisible. No se puede decir nada más sobre el aspecto exterior del Espíritu Santo. Esto tampoco es necesario, porque su aspecto externo no tiene ninguna relación con su significado para nosotros los humanos. Los valores internos, en cambio, son mucho más significativos. La Biblia es una excelente fuente de información sobre este tema, y nos permite comprender a fondo la personalidad del Espíritu Santo.

En el Nuevo Testamento, la palabra espíritu Santo significar «aliento», «aire» o «viento». Estas palabras representan una característica única del Espíritu Santo. El Espíritu Santo puede sentirse con la misma fuerza que un viento violento, como una suave brisa, o apenas discernible como una brisa – y sin embargo siempre está presente. Sin duda, el viento de Dios no se menciona generalmente en las traducciones bíblicas alemanas. Por ejemplo, Lutero tradujo «ruach» y «pneuma» como «Espíritu Santo» y «Espíritu de Dios», respectivamente. También menciona el «aliento de Dios» en algunos lugares.

Debemos distinguir entre el Antiguo y el Nuevo Testamento al estudiar el Espíritu Santo en la Biblia.

La Biblia menciona al Espíritu Santo ya en Génesis 1:2. Este texto establece su existencia antes de la creación del mundo. A partir de ahí, aparece en varios relatos del Antiguo Testamento. Lo más probable es que los autores del Antiguo Testamento no tuvieran un encuentro cara a cara con el Espíritu Santo. Más bien, intentaron registrar sus encuentros con el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo «llena» a las personas con frecuencia a lo largo del Antiguo Testamento. Esto significa, por ejemplo, que Dios otorga habilidades específicas a los seres humanos. Josué, el sucesor de Moisés, también está poseído por el «espíritu de sabiduría» (Dt. 34:9). Desde el éxodo de Egipto, el pueblo de Israel ha estado bajo la protección del Espíritu Santo (Isaías 63:11). Leemos que el Espíritu Santo llenó a David durante su unción como rey, permitiéndole desempeñar las responsabilidades reales según el propósito de Dios.

La convocatoria de los profetas es quizá una de las tareas más importantes del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Debido a que el pueblo de Israel se alejaba gradualmente de Dios y se negaba a escucharlo, Dios los convocó. Los profetas actuaban como una especie de intermediarios entre Dios y su pueblo (2 Samuel 23:2; Miqueas 3:8). Particularmente intrigante: un profeta prometió que vendría alguien que estaría lleno del Espíritu Santo de una manera única (Isaías 11:1-2). Dios tenía la intención de restablecer su pacto con el pueblo a través de Jesús. La posibilidad del Mesías infundía una nueva esperanza en el pueblo y permitía a todos descubrir un nuevo camino hacia Dios.